Calle cerrada. ( O el puto destino.)
Pateó con bronca la lata de refresco vacía que cayó lejos rebotando con ruido metálico y continuo rodando por la bajada de la calle, volvió a mirar de reojo los dos elementos que estaban en la esquina -no le parecieron peligrosos o al menos no más que lo normal – y empujó el carrito de madera con la carga de cartones y papel que había podido conseguir esa día, arriba del cantero. Tuvo que jalar con fuerza porque los pequeños rulemanes se habían trabado en un hueco del hormigón. Por fin se acomodó en una de las esquinas de la plaza publica, bajo la anacahuita gigante –vieja amiga- en el mismo lado de siempre, su preferido, donde las raíces sobresalían un poco y brindaban una especie de almohada natural. Acomodó la cabecera de su improvisada
cama portátil y desarmable – una bolsa de nylon con un impreso: "This side up" rellena de trapos viejos – estiró la gran caja de cartón plegada donde rezaba: "G.E. Refrigerador-Frío seco 24 pies cúbicos", una inmensa flecha gruesa y negra señalaba supuestamente para "arriba" y mas abajo la advertencia en grandes letras: "Frágil". Se sentó en el medio de la flecha - hoy apuntaba a la cabecera - y antes de recostarse saco una petaca de whisky Chivas Reagal rellena con alcohol rectificado curado con alpiste que acababa de comprar en la farmacia, dio un trago pequeño, degustó con la lengua y tragó, terminando la secuencia con un carraspeo seguido de tos seca productor de un grueso gargajo que la escupida hizo volar mas de un metro en parábola yendo a caer entre las hermosas flores multicolores del cantero próximo. Pensó en armar un cigarro, los dedos completamente marrones incluso comenzaron a recorrer el camino hacia el bolsillo pero desistió, estaba cansado. Suspiró profundamente, luego aproximó mas el carrito hacia el tronco del árbol por seguridad, noto que el olor a orines secos común en ese lugar estaba menos fuerte que en otras ocasiones – aunque su nariz no hacia distingos, prácticamente ya no lo olía – y por fin apoyó la cabeza. Tapó las piernas por si llovía con una caja multicolor de grueso compensado donde sobre una foto de computadora se leía "Notebook 14. Full screen. Handle with care. Made in Taiwan", y por fin se cubrió completamente con una cobija que pedía a gritos su sacrificio por el fuego para dejar de sufrir su suciedad y exorcizar a la vez la inmensa colonia de parásitos demoníacos que sufría como penitencia. Pero esa noche no iba a llover. Durante mas de una hora quedo mirando las estrellas entre las ramas de la anacahuita gigante, fijó la mirada en ellas, en su vaivén con la brisa de la madrugada, los párpados los sentía mas pesados y dejando ir los pensamientos comenzaron a desaparecer los ruidos del tránsito, el parloteo de los tipos de la esquina y el ruido de las olas que eternamente murmuraban a lo lejos aseguraba que el río estaba bravo y enojado. La rompiente se sentía clarito aumentada por la humedad de esa noche otoñal. No podía conciliar el sueño, Susana dormía profundamente a su lado con un ronquido intermitente y la boca entreabierta, como siempre, ya de chica venia arrastrando ese problema de las vegetaciones que nunca había decidido operar, realmente la envidiaba. Él se daba vueltas y vueltas y no podía dormir. Fue a tomarse un buen vaso de leche tibia con azúcar que generalmente le ayudaba a dormir. Al pasar hacia la cocina miro desde la puerta del cuarto de los botijas y con el resplandor de la luna vio a los mellizos bien dormidos, rodeados de sus juguetes. Sonriendo satisfecho siguió su camino y casi se cae al piso porque el Boby se cruzó moviéndole la cola y tirando lambetazos, pidiéndole mimos como siempre, en voz baja le dijo que se quedara "quieto perrito de mierda", le juró que lo denunciaría a la perrera por el delito de soborno y por fin se rindió a los pedidos del foxterrier dándole una buena bola de carne picada, con esto logro que el bichito se quedara quieto al menos un momento. Mientras preparaba la leche el ¡miauuuuu! Imperativo y cadencioso del Morris le avisó que tenia otro amigo mas para el "tentempié" de la madrugada. Vencido, sin discutir repartió en dos platitos un poco de leche y con eso entretuvo las fieras. Encontró una margarita de dulce de leche - uno de sus bizcochos preferidos – abandonada en la panera y decidió terminar con su soledad dándole cobijo en su estomago junto con la leche. Quiso mirar diario del día anterior pero había dejado los lentes en la mesa de luz. Desistió. Bostezando calzó las chinelas y volvió a la cama. Al acostarse con cuidado para no despertar a la jefa la vio ahora de costado, ya no roncaba, sus hermosas curvas lo atraparon y las piernas semi destapadas le revolvieron la testosterona comenzando a excitarse solo de mirarla. En un arranque de "voyerismo" levanto un poco mas la sábana de las piernas y disfruto la visión pensando: "Que pelotudo jeropa de mierda haciéndote la cabeza solo, si la despertás ahora te degüella" y la volvió a tapar acurrucándose a su lado despacito. Pese a todos los problemas , haciendo un balance general su vida era buena, tenia a su familia, su casa, su trabajo sus deudas... ¡y cuantas deudas y que difícil todo! por eso hacía tiempo no podía dormir, le daban vuelta las boletas y los números y las posibilidades laborales y el recorrido que tendría que hacer mañana y asi pasaban los minutos mirando fijamente el techo, se le iban las noche fijando la vista en las ramas de los pinos y sus sombras moviéndose y moviéndose al viento viendo entre ellas las estrellas y a lo lejos las luces del mismo avión de siempre que levantaba vuelo – "deben ser las tres de la matina ya" pensó – porque siempre decolaba a esa hora y pasaba por arriba de la casa. La falta de buen descanso lo hacía estar medio tarambana todo el día. El vaivén de las sombras y el ronroneo de la rompiente del río comenzaron a sumar efecto con el estomago calentito, le entro una modorra agradable y el ruido de una frenada lo sobresaltó sacándolo de ese limbo indefinido donde por unos segundos no podemos diferenciar entre sueño y realidad, trayéndolo abruptamente a su hoy marginado. Miro hacia la esquina de la plaza y alcanzó a sentir las puteadas que se dieron los involucrados – un taxista y un camionero - pero sin consecuencias, no llegaron a chocar. El camión era de la misma marca y año que el que él había tenido años atrás, cuando dejaba la vida en las calles con el reparto, cuando todo era distinto, cuando salían los fines de semana a descansar con la familia, de la misma marca y año con el que tuvieron el maldito accidente.
Pateó con bronca la lata de refresco vacía que cayó lejos rebotando con ruido metálico y continuo rodando por la bajada de la calle, volvió a mirar de reojo los dos elementos que estaban en la esquina -no le parecieron peligrosos o al menos no más que lo normal – y empujó el carrito de madera con la carga de cartones y papel que había podido conseguir esa día, arriba del cantero. Tuvo que jalar con fuerza porque los pequeños rulemanes se habían trabado en un hueco del hormigón. Por fin se acomodó en una de las esquinas de la plaza publica, bajo la anacahuita gigante –vieja amiga- en el mismo lado de siempre, su preferido, donde las raíces sobresalían un poco y brindaban una especie de almohada natural. Acomodó la cabecera de su improvisada
cama portátil y desarmable – una bolsa de nylon con un impreso: "This side up" rellena de trapos viejos – estiró la gran caja de cartón plegada donde rezaba: "G.E. Refrigerador-Frío seco 24 pies cúbicos", una inmensa flecha gruesa y negra señalaba supuestamente para "arriba" y mas abajo la advertencia en grandes letras: "Frágil". Se sentó en el medio de la flecha - hoy apuntaba a la cabecera - y antes de recostarse saco una petaca de whisky Chivas Reagal rellena con alcohol rectificado curado con alpiste que acababa de comprar en la farmacia, dio un trago pequeño, degustó con la lengua y tragó, terminando la secuencia con un carraspeo seguido de tos seca productor de un grueso gargajo que la escupida hizo volar mas de un metro en parábola yendo a caer entre las hermosas flores multicolores del cantero próximo. Pensó en armar un cigarro, los dedos completamente marrones incluso comenzaron a recorrer el camino hacia el bolsillo pero desistió, estaba cansado. Suspiró profundamente, luego aproximó mas el carrito hacia el tronco del árbol por seguridad, noto que el olor a orines secos común en ese lugar estaba menos fuerte que en otras ocasiones – aunque su nariz no hacia distingos, prácticamente ya no lo olía – y por fin apoyó la cabeza. Tapó las piernas por si llovía con una caja multicolor de grueso compensado donde sobre una foto de computadora se leía "Notebook 14. Full screen. Handle with care. Made in Taiwan", y por fin se cubrió completamente con una cobija que pedía a gritos su sacrificio por el fuego para dejar de sufrir su suciedad y exorcizar a la vez la inmensa colonia de parásitos demoníacos que sufría como penitencia. Pero esa noche no iba a llover. Durante mas de una hora quedo mirando las estrellas entre las ramas de la anacahuita gigante, fijó la mirada en ellas, en su vaivén con la brisa de la madrugada, los párpados los sentía mas pesados y dejando ir los pensamientos comenzaron a desaparecer los ruidos del tránsito, el parloteo de los tipos de la esquina y el ruido de las olas que eternamente murmuraban a lo lejos aseguraba que el río estaba bravo y enojado. La rompiente se sentía clarito aumentada por la humedad de esa noche otoñal. No podía conciliar el sueño, Susana dormía profundamente a su lado con un ronquido intermitente y la boca entreabierta, como siempre, ya de chica venia arrastrando ese problema de las vegetaciones que nunca había decidido operar, realmente la envidiaba. Él se daba vueltas y vueltas y no podía dormir. Fue a tomarse un buen vaso de leche tibia con azúcar que generalmente le ayudaba a dormir. Al pasar hacia la cocina miro desde la puerta del cuarto de los botijas y con el resplandor de la luna vio a los mellizos bien dormidos, rodeados de sus juguetes. Sonriendo satisfecho siguió su camino y casi se cae al piso porque el Boby se cruzó moviéndole la cola y tirando lambetazos, pidiéndole mimos como siempre, en voz baja le dijo que se quedara "quieto perrito de mierda", le juró que lo denunciaría a la perrera por el delito de soborno y por fin se rindió a los pedidos del foxterrier dándole una buena bola de carne picada, con esto logro que el bichito se quedara quieto al menos un momento. Mientras preparaba la leche el ¡miauuuuu! Imperativo y cadencioso del Morris le avisó que tenia otro amigo mas para el "tentempié" de la madrugada. Vencido, sin discutir repartió en dos platitos un poco de leche y con eso entretuvo las fieras. Encontró una margarita de dulce de leche - uno de sus bizcochos preferidos – abandonada en la panera y decidió terminar con su soledad dándole cobijo en su estomago junto con la leche. Quiso mirar diario del día anterior pero había dejado los lentes en la mesa de luz. Desistió. Bostezando calzó las chinelas y volvió a la cama. Al acostarse con cuidado para no despertar a la jefa la vio ahora de costado, ya no roncaba, sus hermosas curvas lo atraparon y las piernas semi destapadas le revolvieron la testosterona comenzando a excitarse solo de mirarla. En un arranque de "voyerismo" levanto un poco mas la sábana de las piernas y disfruto la visión pensando: "Que pelotudo jeropa de mierda haciéndote la cabeza solo, si la despertás ahora te degüella" y la volvió a tapar acurrucándose a su lado despacito. Pese a todos los problemas , haciendo un balance general su vida era buena, tenia a su familia, su casa, su trabajo sus deudas... ¡y cuantas deudas y que difícil todo! por eso hacía tiempo no podía dormir, le daban vuelta las boletas y los números y las posibilidades laborales y el recorrido que tendría que hacer mañana y asi pasaban los minutos mirando fijamente el techo, se le iban las noche fijando la vista en las ramas de los pinos y sus sombras moviéndose y moviéndose al viento viendo entre ellas las estrellas y a lo lejos las luces del mismo avión de siempre que levantaba vuelo – "deben ser las tres de la matina ya" pensó – porque siempre decolaba a esa hora y pasaba por arriba de la casa. La falta de buen descanso lo hacía estar medio tarambana todo el día. El vaivén de las sombras y el ronroneo de la rompiente del río comenzaron a sumar efecto con el estomago calentito, le entro una modorra agradable y el ruido de una frenada lo sobresaltó sacándolo de ese limbo indefinido donde por unos segundos no podemos diferenciar entre sueño y realidad, trayéndolo abruptamente a su hoy marginado. Miro hacia la esquina de la plaza y alcanzó a sentir las puteadas que se dieron los involucrados – un taxista y un camionero - pero sin consecuencias, no llegaron a chocar. El camión era de la misma marca y año que el que él había tenido años atrás, cuando dejaba la vida en las calles con el reparto, cuando todo era distinto, cuando salían los fines de semana a descansar con la familia, de la misma marca y año con el que tuvieron el maldito accidente.
5 comentarios:
admito que no te he leído hasta el final(el mate me llama), pero amenazo volver para cumplir con lo empezado.
por ahora te dejo un beso desde punta del este (maldonado).
espero españa te haya recibido bien.
un abrazo.
muy bueno papi... hay veces que la realidad duele y no es joda che!! te amooooo, tu hija.... Danielita
Lindo relato, al estilo de tu pueblo, sereno y comprometedor en sus contrastes.
¡Muy lindo relato. También anduve merodeando por otras páginas tuyas. Me pegó fuerte.
Me quedó la duda: ¿tu abuelo encontró a su hermana en Durazno?
Está bueno Senén.Pega fuerte y queda doliendo. Deja pensando cuando aún no tenemos la respuesta apropiada para todos los que nos miran desde la calle arropados de intemperie. Son la pena grande.
Con mi abrazo.
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