martes, noviembre 27, 2007
Él normalmente no creería lo que le estaban diciendo, pero quien hablaba era una persona de su absoluta confianza.
sábado, noviembre 03, 2007
Vida de burócrata.
Estudiando las situaciones que se van presentando a lo largo de una jornada aburrida y cansadora - así como también reiterativa - no pude menos que abstraerme mirando sobre la pantalla de la computadora, donde tengo una ventana pequeña de aproximadamente sesenta por sesenta centímetros, vidrios sucios y empañados, que de todas formas dan una visión más o menos definida del edificio de enfrente, igualmente gris y manchado con caca de paloma, con sus grandes ventanales de vidrios reflectantes que permiten ver mi propia imagen ahora desde afuera, empequeñecida. Las palomas dialogan con sus “guruguruguruguruguruguru” casi frente a mi, detrás del vidrio, viéndolas también desde otra perspectiva, mucho mas pequeñitas. También se ve el reflejo de la ventana del piso de abajo y casualmente el soberano sopapo que una rubia muy voluptuosa le aplica a un veterano pelado que la tiene apretada contra el vidrio mientras acaricia uno de sus pechos. Se puede ver el forcejeo, al hombre que la toma del cuello, como ella grita – no alcanzo a sentir el sonido – y la explosión de vidrios cuando la tira al vacío. Toda la escena entra justito en el reflejo de la oficina de enfrente y en el marco de mi pequeña curiosa ventana. Un ruido seco acompañado de vidrios que se rompen y chirridos de frenadas de los autos apenas se alcanzan a sentir. La bocha pelada sale por la ventana y mira hacia la calle, luego se coloca una pistola de caño largo en la boca y dispara, se siente clarito una explosión apagada y es gracioso ver como le salta la tapa del cráneo seguramente cuando la bala le pega desde el lado de adentro. El cuerpo cae y se me sale de cuadro, por lo que dejo de saber que pasa. Otras cabezas aparecen en las ventanas de mi edificio y del de enfrente. Las palomas vuelan. El débil ulular de una sirena comienza a sentirse y se va haciendo mas fuerte. No me levanto para observar porque sé que la ventana esta trabada y no se va a abrir. Sigo mirando los reflejos, paulatinamente todo retoma a la normalidad, quedan por fin los eternos ruidos del transito que llegan desde muy abajo. Gracias a las discusiones de la pareja el tiempo se pasó rápido. El reloj me informa que faltan quince para las siete, final de otra jornada aburrida realmente, esta planilla de gastos la terminaré mañana, si Dios quiere. Si no fuera por el aporte de la rubia y el pelado..., bueno, hubiera sido insoportable. Bien, es hora, misión cumplida. Cerrá atrás y vamos. Mañana tendremos los comentarios de los sucesos de hoy, y como siempre será un día rutinario, aburrido, cansador, reiterativo.
¡Que vida de mierda.!
domingo, junio 24, 2007
“¡Doctor! - gritó al cruzarse con nosotros en la calle dirigiéndose hacia mi - ¡que bueno que lo veo, Doctor!, ¿cómo esta usted?“ – yo le contesté pausadamente – “Bien, bien, aquí estamos, ¿cómo va todo?” - y el hombre siguió como en un informativo tipo “flash”
– “... ya la pasaron al gastroenterólogo que le pidió un estudio especial del estómago, por suerte como usted ya había sospechado, del corazón no tenia nada y mire que le hicieron todos los estudios, hasta ese del aparatito las 24 horas y no salió nada, esta mejor que yo, pero algo encontraron en el estómago, inflamado creo que me dijeron, si yo me acordaba de usted que fue el primero que nos alertó de esa posibilidad, ¡no sabe como agradezco su interés!” – era como una ametralladora, intenté tranquilizarlo – “Pero por favor, no faltaba más, menos mal que pudimos solucionar y ahora le van a hacer los otros estudios, seguramente” – él consentía nervioso moviendo afirmativamente la cabeza – “¡Si doctor, ya mañana empiezan la rutina de estudios digestivos, por alli esta la cosa bien decía usted, nosotros estábamos tan nerviosos pero por suerte es algo menor, quizás una úlcera, pero nada comparado con lo que nos imaginábamos...!” – mi voz ahora era complaciente y trasmitía seguridad – “Bueno mi amigo, me alegro que las cosas estén encaminadas, ya sabe que siempre estamos a las órdenes” – esto desató una gran sonrisa en la cara colorada del hombre, nervioso y deseoso de trasmitir su agradecimiento – “¡Muy agradecido, doctor, muy agradecido! Se va a quedar contenta mi señora cuando sepa que lo encontré, que lo pase usted muy bien!” – decidí darle un toque final de familiaridad – “Me saluda a la señora” – el hombre me contestó rápidamente dándome la mano con vehemencia – “¡Claro que si Doctor, tenga buenas noches!” – me despedí cariñosamente – “Igualmente para usted, nos estamos viendo”. Mi amigo había contemplado toda la conversación guardando un respetuoso silencio, en el momento que el señor se alejaba me preguntó intrigado: “¡Pero mira vos! ¿y desde cuando sos médico?, hace añares que trabajamos en la oficina y no estaba enterado che, ¿quién era ese tipo?” - le fui totalmente sincero – “La verdad, no tengo ni idea”. Ahora estaba todavía mas asombrado: “¿Y la señora?” – siguió preguntando –“ Menos”. “¿Pero entonces como le seguiste la conversación si no sabes quien es?”. “Lo que pasa es que yo no se quien es, pero él estaba seguro que estaba hablando con quien quería hablar, ¡no viste que felicidad tenía de poder contarle toas esas cosas...! ¿Con todos los problemas que tenemos, todavía vos querés que le pinche el globo a ese hombre?, si él esta convencido que justo encontró a quien quería encontrar y que charló con su médico y para mejor cuando hable realmente con el médico, esos tipos tienen tantas consultas que no se va a acordar de nada y le va a decir que si, que todo estaba bien... ¡¡y todos felices che!!”. Se ve que fui muy convincente porque mi amigo pensó un momento, se rascó la pera y estuvo de acuerdo: “Y pa que te voy a decir que no, si sí. ¡Tenés razón, hiciste bien!”
Y aclarado el punto, seguimos caminando en la noche Montevideana hacia nuestro destino.
La vida fluye.
martes, febrero 20, 2007
Pateó con bronca la lata de refresco vacía que cayó lejos rebotando con ruido metálico y continuo rodando por la bajada de la calle, volvió a mirar de reojo los dos elementos que estaban en la esquina -no le parecieron peligrosos o al menos no más que lo normal – y empujó el carrito de madera con la carga de cartones y papel que había podido conseguir esa día, arriba del cantero. Tuvo que jalar con fuerza porque los pequeños rulemanes se habían trabado en un hueco del hormigón. Por fin se acomodó en una de las esquinas de la plaza publica, bajo la anacahuita gigante –vieja amiga- en el mismo lado de siempre, su preferido, donde las raíces sobresalían un poco y brindaban una especie de almohada natural. Acomodó la cabecera de su improvisada
cama portátil y desarmable – una bolsa de nylon con un impreso: "This side up" rellena de trapos viejos – estiró la gran caja de cartón plegada donde rezaba: "G.E. Refrigerador-Frío seco 24 pies cúbicos", una inmensa flecha gruesa y negra señalaba supuestamente para "arriba" y mas abajo la advertencia en grandes letras: "Frágil". Se sentó en el medio de la flecha - hoy apuntaba a la cabecera - y antes de recostarse saco una petaca de whisky Chivas Reagal rellena con alcohol rectificado curado con alpiste que acababa de comprar en la farmacia, dio un trago pequeño, degustó con la lengua y tragó, terminando la secuencia con un carraspeo seguido de tos seca productor de un grueso gargajo que la escupida hizo volar mas de un metro en parábola yendo a caer entre las hermosas flores multicolores del cantero próximo. Pensó en armar un cigarro, los dedos completamente marrones incluso comenzaron a recorrer el camino hacia el bolsillo pero desistió, estaba cansado. Suspiró profundamente, luego aproximó mas el carrito hacia el tronco del árbol por seguridad, noto que el olor a orines secos común en ese lugar estaba menos fuerte que en otras ocasiones – aunque su nariz no hacia distingos, prácticamente ya no lo olía – y por fin apoyó la cabeza. Tapó las piernas por si llovía con una caja multicolor de grueso compensado donde sobre una foto de computadora se leía "Notebook 14. Full screen. Handle with care. Made in Taiwan", y por fin se cubrió completamente con una cobija que pedía a gritos su sacrificio por el fuego para dejar de sufrir su suciedad y exorcizar a la vez la inmensa colonia de parásitos demoníacos que sufría como penitencia. Pero esa noche no iba a llover. Durante mas de una hora quedo mirando las estrellas entre las ramas de la anacahuita gigante, fijó la mirada en ellas, en su vaivén con la brisa de la madrugada, los párpados los sentía mas pesados y dejando ir los pensamientos comenzaron a desaparecer los ruidos del tránsito, el parloteo de los tipos de la esquina y el ruido de las olas que eternamente murmuraban a lo lejos aseguraba que el río estaba bravo y enojado. La rompiente se sentía clarito aumentada por la humedad de esa noche otoñal. No podía conciliar el sueño, Susana dormía profundamente a su lado con un ronquido intermitente y la boca entreabierta, como siempre, ya de chica venia arrastrando ese problema de las vegetaciones que nunca había decidido operar, realmente la envidiaba. Él se daba vueltas y vueltas y no podía dormir. Fue a tomarse un buen vaso de leche tibia con azúcar que generalmente le ayudaba a dormir. Al pasar hacia la cocina miro desde la puerta del cuarto de los botijas y con el resplandor de la luna vio a los mellizos bien dormidos, rodeados de sus juguetes. Sonriendo satisfecho siguió su camino y casi se cae al piso porque el Boby se cruzó moviéndole la cola y tirando lambetazos, pidiéndole mimos como siempre, en voz baja le dijo que se quedara "quieto perrito de mierda", le juró que lo denunciaría a la perrera por el delito de soborno y por fin se rindió a los pedidos del foxterrier dándole una buena bola de carne picada, con esto logro que el bichito se quedara quieto al menos un momento. Mientras preparaba la leche el ¡miauuuuu! Imperativo y cadencioso del Morris le avisó que tenia otro amigo mas para el "tentempié" de la madrugada. Vencido, sin discutir repartió en dos platitos un poco de leche y con eso entretuvo las fieras. Encontró una margarita de dulce de leche - uno de sus bizcochos preferidos – abandonada en la panera y decidió terminar con su soledad dándole cobijo en su estomago junto con la leche. Quiso mirar diario del día anterior pero había dejado los lentes en la mesa de luz. Desistió. Bostezando calzó las chinelas y volvió a la cama. Al acostarse con cuidado para no despertar a la jefa la vio ahora de costado, ya no roncaba, sus hermosas curvas lo atraparon y las piernas semi destapadas le revolvieron la testosterona comenzando a excitarse solo de mirarla. En un arranque de "voyerismo" levanto un poco mas la sábana de las piernas y disfruto la visión pensando: "Que pelotudo jeropa de mierda haciéndote la cabeza solo, si la despertás ahora te degüella" y la volvió a tapar acurrucándose a su lado despacito. Pese a todos los problemas , haciendo un balance general su vida era buena, tenia a su familia, su casa, su trabajo sus deudas... ¡y cuantas deudas y que difícil todo! por eso hacía tiempo no podía dormir, le daban vuelta las boletas y los números y las posibilidades laborales y el recorrido que tendría que hacer mañana y asi pasaban los minutos mirando fijamente el techo, se le iban las noche fijando la vista en las ramas de los pinos y sus sombras moviéndose y moviéndose al viento viendo entre ellas las estrellas y a lo lejos las luces del mismo avión de siempre que levantaba vuelo – "deben ser las tres de la matina ya" pensó – porque siempre decolaba a esa hora y pasaba por arriba de la casa. La falta de buen descanso lo hacía estar medio tarambana todo el día. El vaivén de las sombras y el ronroneo de la rompiente del río comenzaron a sumar efecto con el estomago calentito, le entro una modorra agradable y el ruido de una frenada lo sobresaltó sacándolo de ese limbo indefinido donde por unos segundos no podemos diferenciar entre sueño y realidad, trayéndolo abruptamente a su hoy marginado. Miro hacia la esquina de la plaza y alcanzó a sentir las puteadas que se dieron los involucrados – un taxista y un camionero - pero sin consecuencias, no llegaron a chocar. El camión era de la misma marca y año que el que él había tenido años atrás, cuando dejaba la vida en las calles con el reparto, cuando todo era distinto, cuando salían los fines de semana a descansar con la familia, de la misma marca y año con el que tuvieron el maldito accidente.
No tenia ni idea de lo que se le venia.
"El gordo de fin de año... ¡pahhhhh!".
Como todos los días, Ernesto esperó pacientemente el ómnibus en la parada de la esquina, y llegó a la hora prevista. Subió junto a otros ciudadanos apurados y como no iba muy lleno consiguió asiento sin dificultad. No era raro el tener que ir todo el viaje parado. Pero ese día le toco comodidad. Miraba a través del vidrio empañado los mismos paisajes de siempre, ese auto abandonado desde hacía años en el terreno baldío, la ancianita barriendo la vereda, año tras año mas encorvada, los niños entrando en la escuela en el turno matutino con ese bullicio de vida que siempre le encantaba, todo rutinario, todo lo mismo, en cierto sentido agobiante por lo previsible.
En ocasiones jugaba con las posibilidades, una especie de juego de premoniciones, como suponer que cuando subiera la señora grandota, que sospechaba era enfermera porque siempre se bajaba en la parada del Hospital Central, la que permanentemente lo tomaba en la esquina de la rotonda del boulevard, y como estaba amenazando lluvia se apostó a si mismo que estaría con la gabardina celeste que acostumbraba utilizar, y en ese juego interno esperaba con ansias la llegada a ese lugar. La miraba y si, había acertado, ella subía con la gabardina celeste. Punto a favor. Y como el invierno ya estaba ocupando sus espacios de tiempo, era casi seguro que el viejito iba a estar en la plaza como siempre cuando el colectivo la rodeara en su trayecto diario. Y el nono llevaba su mascota a que hiciera sus necesidades – un perrito raza Crica (Criollo-callejero), tan viejo o mas, que su dueño y por lo que se podía apreciar, prácticamente un hijo mas para ese anciano solitario – Pensaba: ¿con que abrigo estaría hoy la mascota?. Apostó todas las fichas neuronales al viejo abrigo rojo que le concia de varios inviernos, no creía que ese día tan gris el viejo le fuera a poner el azul marino que era muy triste, pero perdió feo, porque cuando los vio al doblar en la plaza, el animalito mimado estaba estrenando un abrigo verde y blanco que le era desconocido. Punto en contra.
Y en esos juegos mentales internos dejaba correr los cuarenta y cinco minutos de trayecto, hasta llegar a la rutina de la oficina, al stress, los gritos, los apuros durante ocho horas. Y luego el retorno, ya noche en esta época del año, viendo los conocidos paisajes para volver al entorno familiar con todos sus matices de gris de familia grande. Algo le llamo la atención. La radio del chofer estaba muy alta –como siempre- y aunque prácticamente no había escuchado nada de la emisión, ensimismado como estaba en sus pensamientos, notó que repetidamente se escuchaban a los Beatles, los Animals, y antiguos éxitos de los Rollings Stones.
Se dio cuenta que hacía rato no sentía música actual, pero seguramente era un programa de esos de remake, de inolvidables, especializado en música de los setentas. Janis Joplin gritaba como un ángel a capela la canción del Mercedes Benz, y el genial Jimmi Hendrix llenaba el ambiente con su "Niebla Púrpura". ¡Que programa excelente!, casi se para para preguntarle al conductor que estación era, pero decidió quedarse en su asiento y escuchar atentamente esperando sentir la mención de la estación.
Luego de varios éxitos de los sesentas y setentas, y cuando Joe Cocker terminaba de hacerle parar los pelos con su vozarrón, la voz del locutor informaba que se estaban calculando concurrirían mas de trescientos mil personas al próximo concierto que se efectuaría en una granja en Wookstok, en los EEUU. Refería el del micrófono que concurrirían los mas destacados grupos y solistas del momento y luego de varias apreciaciones del evento a realizarse, el inconfundible estilo de Santana con su "Samba pa ti" llenó el colectivo. En la cabeza de Ernesto surgieron infinidad de interrogantes.
¿Por qué se estaba anunciando un evento que tenía mas de treinta años de efectuado?. Realmente era un programa muy especial, y le agradaba ese juego de retorno en el tiempo. Cerró entonces los ojos y se concentró en la música. Había disfrutado Woostock solo en el cine, pero igual... ¡como lo había disfrutado!. Que explosión de libertad fue ese concierto, en plena lucha contra la guerra de Vietnam y el militarismo asesino, las consignas de amor libre, el pandemonium de las drogas, el reino de las flores, el "no hagan la guerra, hagan el amor", los hippies... La radio comenzó una tanda publicitaria y escuchó incrédulo que se podía comprar un Volkswagen sedan 1600cc
del año cero kilómetro por solo 21350 pesos moneda nacional... que Richmond era el cigarrillo de tabaco rubio americano numero uno en preferencia por calidad y sabor... que una televisión Philips blanco y negro de 23 pulgadas la ofrecían como oferta a 2400 pesos en el London Paris... ya era demasiado, seguramente algo le cayó mal, le estaría por dar algo, al fin de cuentas cincuenta y tres años son muchos años y uno nunca sabe. Se puso nervioso.
Le faltaba el aire, y en búsqueda de oxígeno miro hacia atrás calculando cuanta gente tenia por delante para llegar a la puerta del medio del colectivo y allí noto que este ómnibus no tenia puerta al medio... Él juraba que si, pero no. Veía sin entender que en la parte de atrás el vehículo tenia una plataforma. Confundido miró atentamente todo lo que le rodeaba y vio que las ropas de los pasajeros no eran actuales, que un adolescente junto a él tenia unos pantalones Oxford exageradamente grandes en su parte inferior y el moreno sentado enfrente lucía orgulloso un impresionante look afro. La radio en ese momento terminaba de emitir "Píntalo de Negro" por los Rolings y Miriam Makiba comenzaba con el recordado: "...asiiiii pata pata, ecum-cum-cum-cum- cum-mel..., asiiii pata pata...".
Buscó con desesperación lugares conocidos a través de la ventana y al cruzar una calle vio un Policía dirigiendo el tránsito desde el medio de las calles subido en una pequeña tarima de madera, en las esquinas no habían semáforos. Y ahora el conductor estaba oculto en su pequeña cabina al frete a la izquierda del transporte. Parecía un viejo ACLO de la década de los 40s.
Al pasar entre dos edificios altos el juego de las sombras y la luz interior le permitieron ver borrosamente su cara en el vidrio. Esto lo dejó mas nervioso aun... ¡no tenía canas!. Al borde del ataque de nervios observó que una mujer tres filas de asientos mas adelante se arreglaba el rouge de sus labios con un pequeño espejito rectangular. Le pidió disculpas al mismo tiempo que tomándola de la muñeca doblaba el pequeño espejo hacia su cara. ¡Era él, pero.. pero... pero era su cara de veinteañero, su cara juvenil, esa que se le había perdido treinta años atrás... no entendía lo que le pasaba... esquivó el bolso de la señora que se defendía como una leona furiosa luego del ataque y logró calmarla pidiéndole repetidamente disculpas y convenciéndola de que se sentía mareado, con miedo de tener hepatitis, por eso la impetuosidad de verse la cara en el espejo. Logro calmarla al fin. A nadie podía decir la realidad porque lo internarían por demente. Se dijo a si mismo: "Debo estar soñando" y se dio un pellizcón que le hizo putear sonoramente. No, no soñaba... pero entonces... ¿era un sueño lo que creyó realidad?... ¿se habría dormido?... ¿no estaba casado y con hijas?, ¿no era Jefe de Contadores en ese Banco Oficial?... y su señora... ¿dónde estaba su señora?. ¿Había sido un sueño? ¡Pero que real, que real había sido!!.
Se levantó aturdido y fue hacia atrás para bajar. Otro pasajero le gritó que dejaba la guitarra...¿una guitarra?. Miró hacia el asiento y alli estaba, la vieja Gibson negra en su forro bordó. ¡Casi la deja, que abombado!, si la perdía se mataba. ¿Que hora sería? Miró su muñeca y el hermoso Orient semiautomático de agujas le indico las 8 y media de la noche. Se le estaba haciendo tarde, el ensayo en lo de Eduardo empezaba dentro de poco. Tomado del pasamanos se agachó y miró hacia fuera. Estaban llegando a la Avenida Agraciada, tenía que bajarse en la próxima.
Aún le parecía mentira haber tenido un sueño tan impactante. Y pensar que le parecía verdad que tenia cuatro hijas, todas mujeres... ¡y su señora, con que claridad veía su cara.! Y también mantenía la angustia de la muerte de su madre en el sueño y los viejos de la familia que no estaban, y él los extrañaba, y eso le producía una nostalgia profunda... ¡Lo que son los sueños!, pensaba, ¡que mezcla de alegrías, angustias, risas y tristeza! ¡Menos mal que había sido solo un sueño!. Chistó al guarda y este tiró de la cuerda avisando al conductor. Sonó la campanita.
Él no espero a que el transporte se detuviera, se colgó de los estribos de la plataforma y columpiándose en sentido inverso al de la aceleración quedó prácticamente parado al caer en la vereda. Mientras caminaba para el ensayo, notó que ese día tenía ganas de que este fuera rápido, y terminara pronto – desconociéndose, porque él siempre disfrutaba tanto de la música que casi siempre amanecían tocando y cuando volvía a la casa su madre ya se había ido a trabajar.
Pero ese día quería llegar temprano a ver la vieja, no sabia por que motivo, pero le habían asaltado unas ganas tremendas de verla ese día, antes que se fuera al laburo. Quería abrazarla, besarla, y después sacar a hacer el paseo nocturno a Rayito, ese querido cuzco bola de pelos que lo espera paciente para hacer sus meaditos en todos los árboles, arbustos, esquinas, ruedas de autos y piernas que tuvieran un ligero olor a algún hermano de la especia. Y a él normalmente le rompía las pelotas tener que salir con el bichito de noche, pero esta noche especial, por algún motivo que no entendía, esta noche estaba deseado recorrer su rutina familiar, recorrerla detalladamente, disfrutar cada repetido detalle, todos y cada uno de los detalles, disfrutar cada olor conocido, cada rincón, todos despacito y a conciencia. Seguía sin entender por que era que se sentía así, pero hoy el hastío se labia perdido en algún sitio y deseaba literalmente devorar esa su rutina de todos los días...
Alguien tenia que encontrarla.
a) detenerse en la parte externa de este,
b) dejar en el suelo las pertenencias y
c) agachar la cabeza hacia el que le recibía.
d) el "recibidor" debía proceder a examinar, meticulosamente el cuero cabelludo, antes de dar el visto bueno y permitir el ingreso.
se anexó la e): al menos tres pasadas de peine entrefino para descartar liendres y bichos encubiertos.
b) esperar a que fuesen prendidas todas las luces externas de la casa,
COMUNICADO 3: (Positividad de parásitos)
b) dejar allí al sujeto en cuestión para una especie de
cuarentena rápida, aplicando inmediatamente el
a) limpieza a fondo con queroseno,
b) limpieza con abundante agua para evitar intoxicación del portador,
c) limpieza persistente con el producto químico de
farmacia, dejando media hora hacer efecto,
d) lavar con abundante agua el cuero cabelludo,
c) nueva revisión con lupa y
Organizo al barrio por calles.
Para cada cuadra un Jefe, para cada manzana otro Jefe.
Todos los jefes de cuadra respondían a su Jefe de Manzana y estos a dos Jefes Zonales, el de "acá" y el de "aya", según la orilla en que se encontraran, del arroyo de turbias aguas que dividía el barrio.
Estos dos jefes directamente a Carolinio, con quien formaban el Comando Mayor.
1) Veneno abundante en todas las bocas de túneles.
2) Valoración de resultados al día siguiente.
Todos sospechaban cierta intencionalidad en el envío del Tarta a la vanguardia, nadie profundizaba en la cuestión, porque la calidad de líder del proceso de Carolinio Nervión no estaba en duda. (Además enemistarse con él podría generar ir uno mismo a la vanguardia en otra oportunidad).
2) Depositarlo a la entrada de la cueva.
3) Rajar.
"Vea, si usté erradica, yo lo capo -contestó mansamente Crisaldo Fuentes en forma explícita llevándose la mano a la faca – a usté, digo, porque la Margarita es como de la familia y a usté no le gustaría que le mataran alguien de la familia, ¿o si?, Comesario, ¿usté no haya.?"
"¡Pero esto es un asunto de la salú pública, carajo!", la voz del comisario sonó dubitativa.
El comisario agachó los hombros, entreverado entre las órdenes y los amigos porque él sentía que estos tenían la razón en el fondo, pero órdenes son órdenes y rumbió para la comisaría a informarle al Juez. Todo el tiempo se acordaba de Crisaldo Fuentes y la sentencia: "yo lo capo", de la bronca descomunal del tano, el "atengase a las consecuencias" de Ernestino, la presencia de Omar Ramiro Aristesauriaga firme con la bota en el alambrado...
El escuadrón del rifle sanitario llegó con inusitada violencia a los pagos en los que se había detectado el brote aftósico y no había forma de ocultarlo. Lo habían confirmado los doctores en la ciudad.
El Comandante a cargo Aristóteles Onasis Perez García, era drástico. Tenia la seguridad de las ordenes presidenciales directas. Tenia todo el poder, todas las armas y todas las autorizaciones. En esa acción se sentía casi un Dios, y no seria infiel a sus superiores, las órdenes eran dadas para cumplirlas, se debía detener el contagio a toda costa.
Llegando a la zona del brote aftósico, vieron doscientas reses pastando en un poblado y la orden fue directa. Apuntaron con las ametralladoras de grueso calibre y en pocos segundos quedaron todas prontas para un asado con plomo.
Una a una fueron cayendo las vacas, toros, terneros, ovejas, chanchos, caballos, perros, gatos, tatuses, zorrillos, teros y cuanto bicho que se cruzara en el camino de las fuerzas del orden y la seguridad publica en las campos de los campesinos.
Satisfechos de los resultados comenzaron a retirarse, cuando un sargento vio varias ratas saliendo despavoridas de un granero e informo inmediatamente a la superioridad.
Podía trasmitir la enfermedad comiendo bichos enfermos.
Con su trabajo seguramente merecerían una medalla al mérito.
Y él era patriota.
¡Ahora si, misión cumplida!.
Volvió contento al pueblo, pensaba dar cuenta a la superioridad del deber cumplido y dejar libres a los subversivos que intentaron no permitir que cumpliese sus órdenes. ¿Aftosa? Acá nunca mas aftosa.
"¿Si no se nada de la vacuna?, no, ¿que viene siendo eso, mi General?.
La pregunta fue hecha en el cuartel, una semana después, antes que lo dieran de baja de las FFAA.
Hasta ese momento nadie lo había descubierto.
Los pies pequeñitos enfundados en sus medias blancas y zapatos deportivos se balanceaban mientras las manitas se asían fuertemente de la rama del viejo plátano en la avenida 18 de julio.
Siguió absorto disfrutando sus nuevas experiencias, ahora podía ver el señor que vendía los periódicos en la esquina, ¡como gritaba ese hombre!, todo el día grita que te grita y los jóvenes que daban papeles a los que pasaban... ¿qué les estarían regalando? y pasaron dos monjas esas tan amigas de la abuela, desde ahí arriba parecían dos pingüinos de esos que veía en la televisión – el recuerdo le dio una risa nerviosa – atrás de las monjas vio como una madre muy enojada llevaba a los tirones a un niño de su edad que lloraba
desconsoladamente – pensó: ¡Que mala esa mamá!, la mía nunca me hizo eso – dos señores de pelo tan blanco como el del abuelo pasaron discutiendo y discutiendo y de pronto se paraban para mirarse y seguían discutiendo y gesticulando con los brazos como dos monos del zoológico para luego seguir unos metros y volver a pararse y seguir moviendo los brazos, eran muy cómicos esos viejitos. El mundo pasaba bajo sus pies y todo le llamaba la atención.
Alcanzó a ver a dos amiguitos de la escuela – Ernestito y su hermana mayor – los dos de túnica y moña azul, prendidos de la mano de la madre que los acababa de ir a buscar a la escuela. Él no había ido ese día - lo lamentaba, aunque estudiar lo aburría, pero el juego con los otros niños le gustaba. Ese día como la semana pasada no lo llevaron y en su viejo apartamento se aburría porque solo podía jugar con su perrito Mandinga – así la había puesto papá – y su gatita Samantha – ese nombre fue idea de mamá– y también jugaba con sus peces, los que tenia en la pecera que el abuelo y la abuela le regalaron en su cumpleaños. Allí nadaba Superman, un hermoso pez tropical que de costado parecía grandote grandote y estaba lleno de rayas blancas y negras y de repente te miraba de frente quedaba finito finito finito...¡pahh! le encantaba Superman, y también adoraba a Ballenita, el otro pecesito gordote, regordete, cachetón, de largas aletas y cola velamentosa. Ballenita tenia unos ojos saltones resimpáticos y esa bocota chupando agua permanentemente parecía que le estaba mandando un mensaje especial para él solo, pero no podía entenderlo.
Ayer, hoy y mañana
No creía lo que veía. La menor de las Arrospide, Cristinita, con la que jugamos tanto de chicos, con la que enloquecíamos a las maestras, aquella amiga entrañable de mis lejanas épocas de niñez e incipiente adolescencia estaba otra vez frente a mi, el destino nos había juntado a la entrada de un teatro en la ciudad vieja.
Nos habíamos dejado de ver muy jóvenes, cuando mis padres se vinieron para Montevideo y su familia quedó en nuestro Salto natal. Luego – y que bien lo recordaba - nos encontramos de pura casualidad cuando apenas pasábamos los veinte años, una vez, una sola vez, en plena dictadura, después de una pintada contra los fascistas.
Había sido una sola noche pero quedó marcada a fuego en mi recuerdo para siempre. Fue un encuentro con un amigo en un boliche del centro. Él vino acompañado con la novia y una amiga. La amiga era Cristina. Realmente nos conocimos cuando estabamos frente a frente sentados en la mesa del café. Allí empezaron las sospechas.
" Tu cara me es tan familiar, dijiste, ¿vos no sos... Carlos?" – la sorpresa era mutua - "¿Cristinita?... no puede ser, ¡Cristina Arrospide!, ¿sos vos?, ¿y dónde esta la rubia de trenzas, aquella con la que jugábamos a las escondidas, la de pecas y cachetes colorados?" – y la confirmación - "Si, soy yo, la rubia creció, Carlos, los años pasan". Y siguieron los recuerdos en avalancha.
Eran tiempos duros, de plomo, por eso no pudimos permitirnos mucho tiempo, quedamos en vernos, me diste tu teléfono y yo prometí llamarte, pero vino la cárcel, el exilio, la separación y otra vez dejamos de vernos, hasta ahora.
Habían pasado casi treinta años más, pero el reencuentro renovó las picardías de aquellos tiempos. Seguramente también ella recordaba cada detalle en esa especie de carrusel mental que tenía los engranajes oxidados y que ahora el reencuentro lubricaba, haciéndolos girar incansablemente, generando imágenes tan queridas, desempolvando los recuerdos olvidados, girando y girando sin parar.
Concordamos que este encuentro no podía ser casual, tendría un motivo, del hoy y del nosotros a los lugares conocidos y los que tenemos por conocer y por la necesidad de recomponer nuestras existencias y como se nos fueron nuestros viejos y los pibes que han volado y hecho nidos propios y la soledad que nos avanza y como es feo sentirnos solos y este soplo de vida, de aire fresco el estar otra vez juntos, que de tan chicos nos hacía tan felices y que de jóvenes la vida no nos había permitido disfrutar mejor, y, y...
Por eso estamos ahora reviviendo. Ahora parece que siguiésemos jugando desde nuestra madurez con la vida, enloqueciendo ya no a profesores y maestros y si a los hijos, las hijas y los nietos. Nadamos en un mar de coincidencias, empapándonos en todo lo que antes no podíamos reconocer, lo que antes no sabíamos.
Por fin dejamos de lado el Teatro y nos fuimos al mismo boliche, ese en el que nos habíamos reencontrado aquella noche, lejano 1974, otoño, un día de frío húmedo que avisaba la proximidad del invierno. Buscamos instintivamente la misma mesa, sin haberlo programado.
Caballero, separé la silla y vos dijiste: "Me parece un "deja vú" de los franceses", porque era la misma silla y yo, casi tres décadas mas joven, también supe repetir ese movimiento. Ella no lo había olvidado.
"Fue cerveza...¿no es cierto?" - dije mirándola fijo, repasando que aunque los años habían pasado para los dos, esos ojos caramelo tenían la misma, exactamente la misma mirada de aquel tiempo - "Si – aseguré canchero sin esperar la contestación – estoy bien seguro que los dos tomamos cerveza."
"Doble Uruguaya – dijiste enseguida – aquella de botella barrigona, ¿no te acordás? y vos pediste un sandwiche caliente y yo..." "¡Pizza... vos pizza, dos porciones de pizza con fainá!, como no me voy a acordar - retruqué retomando la iniciativa en los recuerdos – si me llamó la atención la cantidad de pimienta que le pusiste, casi estornudo de mirarte" – terminé entre risas - "Por el frío, la pimienta por el frío, me encanta ponerle mucha pimienta a la pizza a caballo y ese día hacia un frío increíble... mira como te acordabas... y yo puedo decirte que cuando llegaste, la primera vez que te vi traías puesta una boina como el Che, que te quedaba hermosa. Eras tan guapo, alto, elegante..."
"Y tenía un susto impresionante – le confesé – los milicos habían estado a punto de agarrarnos con cantidad de publicidad y unos crayones negros que me ensuciaron las manos". "Me acuerdo – dijiste entrecerrando los ojos- las tenías negras del carbón, estabas todo sucio... ¡que días tan feos nos tocó vivir!, mas vale ni acordarse de eso." Bajaste la mirada y la dejaste fija en la mesa, como presa en recuerdos tristes.
Yo te traje otra vez al presente :"¡Y ahora me lo venís a decir, casi treinta años después!... pero no me jodas Cristina... ¡treinta años después!"
Asombrada volviste a mirarme y preguntaste: "¿Qué fue lo que te dije, me podés decir?. Y yo: "Lo de la boina, eso que decís de que me quedaba linda, eso de que era alto, elegante, que era un pintún bárbaro a tus ojos, eso". Sin quererlo me quedé medio pensativo, entonces intentando retomar la alegría le pregunté: "¿Y como vas a decir "eras"... mire que la pinta todavía la tengo, vengo siendo un galán recio maduro, vengo siendo," dije de un tirón con voz tanguera, haciendo un gesto con los ojos y sugiriendo que me tocaba el borde del sombrero como Carlitos Gardel.
"¡Seguro que seguís siendo!, ¿quien te ha dicho lo contrario?" dijiste así sin anestesia y quedé en la lona completamente noqueado, tanto que el árbitro podía contar hasta mil que no me levantaba. Es cierto que no esperaba tanta sinceridad, pero lo que más me había impactado era el tono de voz con que habías dicho todo. El: "seguro que seguís siendo" casi te había salido con bronca, como reprochándome que pudiese pensar que vos no lo creías, y el: "¿quién te ha dicho lo contrario?" con un cariño reconcentrado de años, que era como una caricia sostenida, más cuando la acompañaste con un cambio en el brillo de los ojos, que casi parecían estar a punto de llorar, desbordados de amor.
"Y de vos... ¿qué puedo decir de vos...? – le dije casi susurrando – que a mis ojos sos mucho mas hermosa que aquella maldita vez en que te volví a tener y te volví a perder en mi vida, oculta por la gorrita coqueta marrón – mira como me acuerdo – y la cara tapada por la bufanda hasta los ojos. Parecías una afgana con los burkas esos que ahora vemos en la televisión. Pensar que solo fueron unas horas y después cada uno a sus tareas y dejamos de vernos otra vez, ¡que destino maldito!. Pero te cuento que pese al tiempo esos ojitos siguen igual de hermosos y vos toda estas tan, tan..."
"¡Pará un poquito! - me cortaste - ¿qué te pasa?, nos conocemos desde niños... ¿te me estas declarando ahora?" – propusiste a las risas y después ya mas seria – ¿y por qué decís eso de "aquella maldita vez en que nos volvimos a ver?."
"Lo de maldita – atiné a decir - es porque te dejé ir, ¿entendés?, porque te dejé ir y desde hace veinticinco años he lamentado no haberte dicho lo que descubrí en ese momento, allí en el boliche, en el medio del remolino que ha sido nuestra vida, decirte que fue verte y descubrir que el cariño de niños era amor. Te lo repito, quizás no pude decírtelo – quizás ni tiempo tuvimos para nosotros – había que seguir la militancia, pero era – y es – amor. Te aseguro que hasta hoy te he extrañado, que jamás te olvidé, siempre te quise."
Quedaste confundida pero enseguida te repusiste: "¿Vos no acabás de retrucar el por qué no te lo hice ver hace tantos años?, la vida se nos va Carlos, el tiempo es cada vez mas breve... ¡y no pienso repetir esa equivocación de nuevo!. Decís bien, no tuvimos tiempo para nosotros, nuestros destinos se han cruzado ya tres veces y ahora con la madurez me doy cuenta que en esas poquitas horas vos no entendiste mis mensajes y yo no supe manejar tu timidez... porque me pareciste tan heroico en ese entonces, tan valiente... quizás casi tan valiente como tímido, porque eras muy tímido... ¿o me equivoco?."
Seguramente me puse colorado porque señalándome acusadoramente con el índice de la mano derecha moviéndolo para arriba y abajo me dijiste entre carcajadas: "¡Se puso colorado!, seguro que le acerté, lo seguís siendo!!!. ¡Seguís siendo tímido pese a los años.!
Entonces no me pude aguantar: "¡Carajo! – me salió del alma – pensar que yo me quise dar dique de canchero... pero tenés razón, pese a los años sigo siendo un tímido de mierda, un tímido que no va a dejar que pase de nuevo lo que nos pasó en aquellos días tristes."
"¿Y que nos pasó? – dijiste intrigada - "que no aproveché esas pocas horas de calma en la tormenta para decirte de frente cuanto te quería, que no las aproveche para abrazarte, besarte, amarte. Cristina... fui un miserable tonto que nos hizo perder media vida juntos y bien decís, ¡no nos va a pasar de nuevo, te lo juro!" y sellé mi declaración agarrándole fuerte las manos sobre la pequeña mesa del boliche. Vos las dejaste en las mías con un leve temblor y ese morderte lentamente el labio inferior mientras me traspasabas al mirarme, me dieron la contestación sin necesidad de palabras. Los dos sentimos que la mesa nos separaba molestándonos y casi la pateo a un lado cuando llegó el mozo con las cervezas y tuvo que carraspear varias veces, cada vez mas fuerte, para que nos soltáramos y así poder servirnos.
"¿Qué son casi treinta años?" te pregunté, y vos, triste contestaste: "Toda una vida Carlos, toda una vida". Entonces yo te hice ver, siempre alegre: "Una vida, decís bien, pensalo: una vida, esa fue una vida. Esta que empieza hoy es otra, no lo dudes. ¿Cuanto durará?.-.. solo Dios sabe, pero lo que dure, ¿sabés? lo que dure será todo nuestro, todito"
Nos dimos cuenta que todavía no eran tantos. Vinieron otra vez las risas, las sonrisas, los abrazos, los cuentos, las desgracias, su viudez, mi divorcio, nuestros hijos, los nietos que no tuvo y los que me regalan su alegría día con día, sus estudios, mi carrera de arquitecto, el viejo Uruguay, la vieja España, Suecia, todas las experiencias, hasta el hoy. Por primera vez en mucho tiempo no me sentí más solo.
Cuando salimos rumbo al futuro abrazados como dos adolescentes del boliche, no pensábamos perder tiempo lamentando el ayer, lo que había podido ser, lo que habría sido. Las vivencias de antaño no eran mas que recuerdos, ahora la prioridad era vivir el hoy. Y vivirlo febrilmente, disfrutando cada hora, cada minuto, cada segundo.
El ayer ya fue, y pos... ni modo, como dicen los hermanos mexicanos, el hoy es hoy y hay que vivirlo a plenitud y para nosotros es algo invalorable. Y el mañana... sea como sea, dure lo que dure, venga como venga, el mañana para dos almas enamoradas será intenso, será hermoso, será inmenso. ¿Quién puede decir cuanto nos queda?, fue desafortunado no haber tenido estas vivencias casi treinta años antes, pero peor seria no haberlas tenido nunca.
Te das cuenta – le dije filosófico – la vida nos está dando una nueva oportunidad... ¿sabes a que poquita gente le sucede?".