martes, noviembre 27, 2007


Toma de conciencia


Él normalmente no creería lo que le estaban diciendo, pero quien hablaba era una persona de su absoluta confianza.


Si ese amigo le afirmaba lo que le estaba afirmando, se podía estar absolutamente seguro de que era cierto, porque sus palabras le salían de muy adentro del alma.


Además no existían motivos para dudar, no solamente por la confianza de años, sino porque el hombre era un especialista en ese tipo de asuntos, pues esa serenidad y veracidad en sus dichos los había logrado luego de años de psicoterapia y toda la experiencia aventaba cualquier sospecha de falsedad o interés secundario.


Pero de todas formas, sin discusiones, mirándolo por donde lo mirara, era difícil de creer, difícil de entender y más aun difícil de asumir así como así, por lo que hizo un esfuerzo casi sobrehumano para guardar todas sus inquietudes y complejos, serenó su mente, se “plantó” en la nueva realidad revelada sin salir de su asombro y con una calma y seguridad que no se conocía, ante el secreto increíble que ese amigo de la infancia le había confesado en ese instante, él contestó:


“Y sí, no puedo mentir, yo también te quiero.”


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