viernes, febrero 13, 2009



Aparecer en la televisión





Con la misma velocidad – movimientos que por acción de la rutina se han convertido en automáticos – y continuando el mismo dialogado intrascendente del acontecer mundano día a día, colocaron el cadaver en el humilde cajón de madera compensada.

El cuerpo era tan liviano que la fuerza de los dos hombres casi lo hace caer del otro lado de la caja. La piel mostraba un color amarillo oscuro que asemejaba el pequeño bulto a un gigantesco corcho. Solo la falta de brillo hacía ver que no se trataba de un molde de cera.

Los cabellos blancos, escasos y despeinados, estaban sostenidos por un trapo, con el que quisieron cerrar la mandíbula. Pero fue en vano. La boca entreabierta mostraba dos dientes sobrevivientes a mas de ochenta años de existencia. La prominencia de los huesos en el rostro advertía que este era el resultado de alguna enfermedad rogresiva, de esas que se toman su tiempo para lograr sus intereses.

Pese a todo, los ojos cerrados y la piel arrugada trasmitían una sensación de paz, algo asi como un. “¡Al fín!”, dicho en voz baja.

Discutiendo sobre el indignante penal cobrado casi al final del partido – un penal que solo vio el juez – uno de los hombres comentaba que: “perder estaba bien, pero perder de esa manera no tenía sentido, seguro que el referí estaba comprado”. Y mientras comentaban el partido cortaban pedazos de papel de un grueso rollo y procedían a “enlutar” al cadaver, rellenando prolíjamente el hueco que había quedado a los pies – la finada era pequeñita y encorvada – luego los costados del despojo, luego la zona de la cabeza y tambien sobre los hombros. Por fin cubrieron el cuerpo dejando solo la cara a la vista y en ese momento, entre el “porque fueron cuerpo a cuerpo a disputar la pelota, de donde sacó que eso podía ser penal” y el “para mejor casi lo erra porque rebotó en el palo y en la espalda del golero para entrar, mirá también que tuvieron suerte”, le sacaron la cinta qeu queria retener la mandíbula y peinaron hasta donde se podían ver los ralos cabellos, asegurando con una humilde gomita el resto por debajo de los papeles.

Uno intentó cerrar la boca del difunto apretando con toda su fuerza el mentón hacia arriba, apoyándose incluso en la cabeza con la otra mano, pero no logró llevarlo a su sitio. Preguntó: “che, ¿este va a velorio o a depósito?”. La contestación fue intercalada con el cuento del estofado. “No te calentés que va a depósito, es entierro De Oficio, porque te decía que el estofado casi se me quema. Fue el fin de semana pasado. ¿No te lo había contado?”. “No, eso no. Entonces se va con la boca abierta y chau.” “Es que casi se me quema porque me distraje jugando al truco. Dejala asi de boca abierta a quien mierda le importa. Pero loco imaginate si se te quema la comida con lo cara que está... y sí, se va asi y listo.” “Lo que pasa es que les estaba buscando la boca porque yo tenía dos piezas de la muestra y me estaba achicando para ver si ellos me daban la falta... y en eso me acordé. Pero no lo dejé quemarse.” “Ya esta pronta la finadita”. “Che, me dijeron que una de tus hijas se fue a España, me enteré el otro día, y si, aqui no hay nada para hacer – pasame el paño blanco – aqui no da para mas”. “Empujá un poco para arriba el cuerpo, asi, bien, ya está... y mirá que por hay yo también me rajo, el horno no esta para bollos”. “ Y si, si lo sabremos en casa. Bueno, listo el muertito, ayudame con la tapa”.

En el mar de blanco arrugado del cajón relleno de papeles solo se destaca ba una cara corcho de boca abierta y desdentada. La tapa sonó a hueco al colocarla en su sitio.

Doñá Maria de las Mercedes Perez Gutierrez había quedado viuda y sin hijos. El resto de la familia se le había anticipado en el salto de dimensiones o estaba fuera del país. Estaba condenadamente sola. Irremediablemente sola. Desde hacía años sus mayores preocupaciones eran pasear al perro y conversar con los vecinos del barrio, en especial los pibes de enfrente a la pensión, con los que pasaba algunos ratos de cada día y a los que les contó su mayor secreto, celósamente guardado por un falso orgullo: Aparecer en la televisión.

No importaba de que manera, ni siquiera pensaba en ser una estrella o alguien destacado en esto o aquello. No. Ella solamente quería estar. Tenía gran intriga en saber lo que escondía ese mundo que ella solo conocia por la pantalla pequeña de blanco y negro. Ella decía que el color le hacía mal a los ojos, pero en realidad la pensión jamás habia dado para tamaño gasto. Se los contaba a los niños como una inmensa confesión y con una esperanza inmortal como siempre es la esperanza: “Quien sabe un día...”.

El viejo perro murió un mes antes que ella y los vecinos comentaron que el bicho era lo único que tenía y entonces, al perderlo, se había “dejado llevar”. La encontraron una mañana muerta en su cama. Los de la pension desconfiaron porque no fue a buscar el agua caliente para el mate a la cocina, muy raro en ella. La sacó la policía. Se la llevaron los del Servicio Forence de la Municipalidad.

El audio del video fue anulado, dejaron las imágenes.

El programa periodístico mostraba los diferentes y raros oficios que los humanos tienen y en esta ocasión ofrecían al público en directo como se preparaba un cuerpo para ser enterrado por la Intendencia Municipal, a falta de familiares o dinero. Se filmó el procedimiento en un cadaver que nadie reclamó y en tomas aparte se comentaban los pasos técnicos dados con los funcionarios y también con dirigentes políticos con cargos en la Intendencia.

La postproducción generó un interesante y macabro corto que dio un buen raiting al programa periodístico de interés general, pues siempre lo morboso atrae a los humanos. Fue un éxito como corto porque nadie les avisó a los operarios que se estaba filmando para que todo fuera espontaneo. Había quedado realmente bien el montage. Quizás lo morboso nos atrae por la curiosidad de asomarnos a un posible futuro próximo, ese extraño y gran signo de interrogación.

Los botijas miraban con ojos grandes la pantalla a color y cuando se dieron cuenta salieron gritando: “¡Mamá, mirá mamá! ¡la señora de enfrente esta saliendo en la televisión! ¡ al fín se le vino a dar a la abuelita!.



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